Ceguera Facial: Explorando la prosopagnosia y sus retos

En este artículo vamos a explorar una condición, que no es muy frecuente, pero que suele despertar mucha curiosidad y que invita a explorar las complejidades del cerebro y la percepción.

Este trastorno poco conocido no sólo es intrigante desde el punto de vista visual y neuropsicológico, sino que también tiene un impacto en la vida cotidiana de quienes la experimentan.

Vamos a ver qué es la «prosopagnosia», también conocida como ceguera facial.

Antes de continuar, por si no puedes pararte a leer, puedes escuchar la misma información en este episodio de mi podcast.

Ahora sí, continuo.

Imagina vivir en un mundo donde cada rostro es un enigma y reconocer las caras de tus seres queridos es un constante desafío.

Ese es el mundo en el que viven las personas con prosopagnosia, que es un trastorno neuropsicológico que afecta a la capacidad de reconocer los rostros de manera normal.

Es como si el cerebro no tuviera acceso a su «biblioteca de caras» y no puede recordar la información facial de las personas que de alrededor.

En condiciones normales, cuando vemos un rostro familiar el cerebro activa una red de regiones especializadas para procesar la información y asociarla con una persona determinada.

Estas áreas involucradas con el reconocimiento facial están muy relacionadas con las áreas que intervienen en la visión.

Algunas de esas regiones clave son:

  • La corteza visual primaria, que es el área inicial donde se procesa la información que llega desde los ojos
  • El área fusiforme, ubicada en el lóbulo occipital y que se ha asociado específicamente al reconocimiento de rostros.
  • El área occipital, involucrada en el procesamiento visual general. Es donde se da la percepción de los detalles de aquello que miramos y también los detalles faciales
  • El área temporal superior, muy importante para el procesamiento de la información social y el seguimiento de la dirección de la mirada.
  • Corteza prefrontal. Desempeña un papel crucial en la integración de toda la información visual y la toma de decisiones relacionadas con la identidad y las emociones faciales.

Estas áreas se interconectan entre sí para permitir un buen reconocimiento facial.

Si existe alguna disfunción en alguna de ellas o falla la conexión neuronal, puede dar lugar a distintos problemas neuropsicológicos.

Uno de ellos puede ser la prosopagnosia.

La prosopagnosia puede presentarse de diversas formas y con diferentes niveles de severidad.

Algunas personas solo tienen dificultades para reconocer caras familiares, mientras que otras son incapaces de reconocer su propio rostro en el espejo.

Ante esta situación, ¿cómo se hace el diagnóstico?

Bueno, para diagnosticar este trastorno existen pruebas especificas de reconocimiento facial, cuestionarios y entrevistas diseñadas para tal fin y también suelen realizarse exámenes de la agudeza visual y la percepción.

Estos últimos se hacen para descartar que no haya problemas visuales que puedieran afectar al reconocimiento de rostros.

Sin embargo, a pesar de que como dije antes, hay muchas áreas visuales implicadas en este trastorno, quiero destacar que la prosopagnosia no está relacionada con la falta de memoria visual, ni con una disminución de la atención.

De hecho, muchas personas con prosopagnosia pueden reconocer y recordar otros detalles visuales con claridad.

Es cierto que las personas que padecen este problema no pueden ver bien los rostros, pero sorprendentemente, dicho problema no está directamente asociado con ningún otro trastorno visual.

Es más, la mayoría de ellas suelen tener habilidades visuales normales o por encima de la media.

Su inconveniente se centra en el procesamiento de la información facial y no en el procesamiento visual general.

Visto esto, el no poder ver y reconocer los rostros tiene un impacto que va más allá del aspecto meramente visual.

Esto puede afectar al estado psicológio y anímico de las personas que la tienen.

Y no es de extrañar.

Imagina por un momento que en tu vida cotidiana no pudieras reconocer el rostro de tus familiares, de tus amigos o incluso de tus compañeros de trabajo.

¿Cómo te sentirías si sabes que puedes encontrarlos por la calle y no los saludas porque no los reconoces?

La verdad es que puede ser bastante abrumador.

No solo porque afecta a la interacción con esas personas, sino porque también puede crear mucha incomodidad, inseguridad y estrés.

Por eso, aunque el mundo visual de una persona con prosopagnosia pueda ser perfectamente normal, esa dificultad para reconocer las caras puede influir en su autoestima y en casos severos en la imagen que tienen de sí mismos.

El reconocimiento facial es fundamental para tener buenas conexiones sociales y para que haya una comunicación adecuada.

Y si eso falla, las personas pueden caer en sentimientos de aislamiento y desconexión.

Hasta ahora no se conocen técnicas definitivas para solucionar esta situación.

Ahora bien, existen algunas estrategias que pueden ayudar a estas personas a afrontar los desafíos que supones este trastorno en su vida cotidiana.

  • Adaptación basada en el entorno.

Es decir, aprender a reconocer y confiar en otras características que no sean faciales. Por ejemplo, poner atención a la manera de caminar, de gesticular, de moverse o a la voz de cada persona, para facilitar su reconocimiento.

  • Comunicación abierta

Hablar abiertamente de lo que pasa es fundamental. Informar a las personas con las que se interactúa sobre la prosopagnosia puede reducir la ansiedad y facilitar la comprensión.

  • Usar aplicaciones de reconocimiento facial

Gracias al avance de la tecnología, existen en la actualidad aplicaciones que pueden ayudar mucho. Algunas de ellas utilizan el reconocimiento facial y etiquetas personalizadas asociadas para recordar quién es quién.

  • Terapia visual

En cuanto a la terapia visual, no existen ejercicios específicos para tratar la prosopagnosia.

Pero, algunas personas han experimentado mejora durante la participación de una terapia visual general.

Por ejemplo, la terapia visual puede ayudar a mejorar la capacidad de observación para detectar mejor los movimientos faciales y corporales.

También el entrenamiento visual puede incrementar la atención y mejorar la percepción de la profundidad.

Aunque esto no hará que la prosopagnosia desaparezca, puede potenciar ciertas habilidades visuales relacionadas con la seguridad y la comunicación.

En este punto, quiero hacer hincapié en que la terapia visual siempre tiene que estar adaptada a las necesidades individuales y supervisada por un especialista en la salud visual, como es el optometrista.

Y en algunos casos, quizá sea conveniente el apoyo de una terapia psicologica.

En última instancia la clave fundamental para afrontar la prosopagnosia reside en la comprensión, el apoyo y la paciencia.

Porque con estrategias adecuadas y un entorno comprensivo, las personas que experimentan este trastorno pueden encontrar las formas de superar los obstáculos que la prosopagnosia presenta en sus vida.

La prosopagnosia es un trastorno neuropsicológico que afecta a la vida cotidiana y a la salud mental de quienes lo experimentan.

Porque no solo representa la dificultad para reconocer rostros, sino que impacta en las relaciones sociales y en la construcción de la propia identidad.

La prosopagnosia supone un gran reto para la personas que la padecen. Sin embargo, con estrategias de afrontamiento como la adaptación basada en el entorno, la comunicación abierta y las nuevas tecnologías de reconocimiento facial, pueden mejorar su bienestar.

Además, existe la posibilidad de la terapia visual como una herramiento más en el camino hacia la mejora.

No obstante, hay algo que puede ser aún más importante que todo lo anterior y que puede facilitar mucho la vida de las personas con prosopagnosia: la empatía y la comprensión social.

Ambas desempeñan un papel crucial en el bienestar emocional de estas personas.

Al proporcionar apoyo y fomentar un entorno comprensivo podemos contribuir a hace más llevadero el viaje de quienes se enfrentan con este trastorno neuropsicológico.

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